miércoles, 2 de enero de 2013

Añoranza de lo no vivido

"Cómo es posible echar de menos algo que no ha sucedido...". Ésta fue la semilla de la que brotan estos versos. Le pongo tu voz cuando lo leo, ojalá vuelvas a darme un tema del que escribir. Ojalá sea más de una vez. Ojalá la inspiración no se olvide de mí como no he olvidado estas rimas.




Una voz lejana que llama
Que escucha y responde si le hablas.
Llega como las olas a la playa
Se cuela en tus oídos como el viento entre montañas
Se filtra en las paredes de tu corazón
como el agua en las rocas
como el sol entre las cortinas
y el mundo se para, se enmudece, ¡ se calla!

Tú no entiendes sus palabras
Y en medio del silencio absoluto
Te susurra por momentos, te grita a veces,
Si la asustas te huye, si la esperas no llega.


Quizá pasó, quizá pasará
Quizá sólo fuera una ilusión de tu mente extasiada
Que nadie puede decir si soñaste o viviste
Que ni tú puedes decir si deseaste o temiste.

Vor Eisenreich
VI-II-MMXI


A Pau.

domingo, 8 de julio de 2012

Un nuevo tiempo en un viejo mundo.

Miró el mar hasta donde la vista  alcanzaba. Sentía que la serenidad y la seguridad lo envolvían. Pocas veces notaba una relajación similar a los momentos en que contemplaba aquel espejo, aquel zafiro infinito que recogía en su superficie los últimos rayos de sol a la caída de la tarde.  Un viento caprichoso galopaba por la playa como un caballo sin jinete y sin riendas y se divertía jugando sobre los lomos blancos de las olas. El salitre invadía sus pulmones con cada inspiración y su corazón se ensanchaba como las velas cuando el levante las empuja y las llena. Sobre su cabeza lucía un cielo sin nubes, limpio y resplandeciente. Nada quebraba aquella esfera de felicidad, nada hacía temblar aquellos hilos que trabajosamente llegó a tejer, aquella burbuja que hinchamos soplando con suavidad por el terror a  que nos produce romperla al ver como toma forma y el aire más liviano la hacer estremecerse. Esa incertidumbre es lo que da valor a la felicidad. Se pasó una mano por el mentón. Lo sabía, pero a  veces lo olvidaba: la felicidad es efímera y hay que saber disfrutarla, con mesura, con paciencia, saboreando cada sorbo que de ella llega a nuestros labios lentamente.

Tenía los pies asentados en la arena blanca y tibia con firmeza, pero sin ejercer ninguna presión. Había pasado momentos muy difíciles y confusos, momentos duros; había pasado por túneles a los que no creía verles  la luz en ningún momento; tuvo que caminar como un autómata; sufrir y darse cuenta de que siempre, en cada instante, en cada recodo del camino que elegía o creía elegir había estado quién le apoyó, quién le tendió la mano, quién le hizo reír cuando sólo tuvo ganas de maldecir y hace eco en el aire con sus lamentos. Quién se acordó de que estaba ahí, de que seguía ahí de algún modo, latente, como un ascua que sigue ardiendo entre las cenizas,  queriendo ser como la esperanza.

Cerró los ojos y dejó que su alma se expandiera tanto como espacio hubiera en el universo.  Dejó que la vida le dejará como una foto su cara alegre en frente. No podía olvidar que últimamente había tenido que aguantar muchos tragos amargos como la hiel bajar por su garganta y quemarle las entrañas. Los había aceptado. Ahora empezaba otro camino que sería también largo, duro y pedregoso  y eso lo tuvo en mente desde antes de terminar el otro. Lo recorrería igual, pero con más experiencia, con otros ojos, con el alma llena de remiendos, pero pulida y sin importar lo que pudiera venir. Respiraría aunque no corriera el aire.

Metió los pies en el agua. Estaba fría y los vellos de las piernas se le erizaron. Era un paso. Uno más o  uno menos según se mirara de un lado o del otro. Sentía ganas de dar las gracias y las manos, de sonreír.  El sol no se había puesto por última vez. Todavía no.

A pecasecverywhere y lothify o viceversa.
“Cuando sombras de ruina
tus horizontes nublaron […] “

sábado, 18 de febrero de 2012

Ανατελλειν

Ahora que se han evaporado tus lágrimas frías
  late tu corazón forjando  a fuego lento su poderío
 se mueven inquietas tus manos en la penumbra
y  una luz indecisa se rebela contra el yugo del frío.

Da igual que no haya puertas ni ventanas
porque no te interesa contar los días pasados
 no quieres saber los besos que no te daban
ni  cuantas miradas se volvían a tu paso.

Primero romperás y luego quemarás las páginas
 los versos y las letras de melancolía y soledad
 levantarás fortalezas sobre los escombros
 y serán polvo las piedras de tu senda.

Luego alzarás los brazos al sol del amanecer
abrirás las manos al viento desbocado
no habrá soles de colores que te  cieguen
ni  verdades prisioneras en  tu corazón blindado.

El oleaje que borre las penas que dibujaste en la arena.
Las estrellas fugaces que se cuelguen en tu cabellera.
Que la Luna se enamore del sol de tus ojos.
Que tu  voz apague el rugir de las tormentas.


Al otro lado del mar, siempre espera una tierra.
Y en esa tierra, como un peñasco, se alza una esperanza.
Virtus. Vis.

Vor Eisenreich XVIII-II-MMXII





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sábado, 7 de enero de 2012

Palabras como semillas

Es una extraña entrada viniendo de mí, de hecho no se me da nada bien este tipo de composición. Será como un pequeño salto. Curiosamente empecé el blog sin una idea en concreto. Curiosamente luego sería un blog de rimas y al final ha terminado convertido en mi pequeño muestrario de rimas y prosa poética. Ahora veo que me estoy saltando las costumbres: publicar muy poco y no comentar las entradas. A veces el mundo tiene un traspiés y todo acaba por los aires y manga por hombro. Touché.



 


Del frío ocaso al tibio amanecer
de los labios del morir a los brazos del nacer
de la triste mirada perdida
de la boca sellada
de la piel herida
de la sangre derramada
del alma sin vida …
salió el aliento, sonaron las risas.
De las palabras por decir
De las manos por acariciar
De la historia todavía por escribir
De los labios por besar
De los soles por relucir
De los cuerpos por abrazar
Del adormecido sentir …
Nació la alegría de dos almas por existir.


Vor Eisenreich, VII-I-MMXII



domingo, 25 de diciembre de 2011

De lo que al amanecer pensaba

De lo que al amanecer pensaba


Aspiró profundamente el aire frío de la mañana. Notaba un dolor agudo en las yemas de sus dedos helados. Exhaló lentamente el aire y una nube de vapor blanco se formó ante su cara. Cerró los ojos por unos segundos y cuando los abrió se quedó mirando a la lejanía un momento. Las montañas se recortaban sobre la aurora y se reflejaban en un espejo que plata que era el lago.  Estaba en mitad del silencio bajo un eucalipto espigado y blanco. A sus pies dormía el pueblo, sabía de sobra que a esas horas poca gente estaría despierta, salvo los panaderos que van colgando el pan por las puertas y poco más. Se rió por dentro y por fuera sólo mostró una sonrisa que nadie vería. Muchos lo llamaban loco por andar tan temprano, sin sol, sin gente y con aquel frío. Había visto los coches cubiertos de una nieve fina, casi intangible y hasta los pies tenía helados, pero tanto le daba. Hacía aquello porque le apetecía, porque quería y porque sabía perfectamente donde ir para hacerlo, para respirar en la intimidad, en esa soledad dulce, calmada y mística que todos necesitamos de vez en cuando para encontrarnos a nosotros mismos.
Momentos como aquél le servían para recrearse en su alejamiento momentáneo, para perderse en sus pensamientos durante un rato antes de empezar el día. Sabía que la vida había dado muchas vueltas últimamente. Muchas vueltas, muchos giros, muchos reveses en tan poco tiempo. Se sentía perdido entre tanta confusión galopante en la que no sabes si correr o acechar, esconderte o dar la cara, hablar o callar, reír o simplemente dejar que las lágrimas que no aguanten más su cautiverio se dejen caer por las mejillas camino del suelo o de los labios.
L a niebla, como un velo blanco y etéreo que cubría los pinos de la sierra, la misma donde tantas veces subió de niño y adolescente, resbalaba cansina hacia las casas blancas y apagadas.
En cuestión de unas semanas había pasado por muchos de los estados que un ser humano  sufre: la cercanía de la muerte, la ira, la impotencia, la tristeza y la esperanza que tanto se parecen, el resentimiento, la alegría y el reencuentro, la desesperanza, la confusión, el miedo, la locura, la risa incontrolada, el alejamiento, la suerte y la desgracia … Y mientras sentía había pensado cuando y cuanto  pudo, actuado a veces como un autómata y a veces con plena consciencia, a veces no actúo ni pensó ni sintió nada. A veces hubo momentos en los que simplemente existió. Supo que realmente un grano de arroz desequilibra una balanza. Vislumbró cada vez con más claridad quién tiene más importancia, más peso en la vida y por qué. La venda cayó de sus ojos y la pisoteó con fruición. Las vendas, las cadenas, los grilletes, el yugo, la espinita en el talón que se clava a cada  paso que se da estaban en su mente y en su cansado corazón.  Necesitaba dar el puñetazo en la mesa, romper la lanza y lanzar un órdago, desplegar las putas velas, coser los rotos, soldar las abolladuras y cuidar las grietas.  Sólo quería ser mejor que sí mismo y  no que nadie más. No pretendía prever sus errores ni los de los demás, únicamente quería aprender a solventarlos y a vivir con ellos. Lo hecho no puede ser deshecho y no hay pasado que vuelva.
Con un suspiro de alivio salió de su mundo y vio  que había llegado la hora de bajar de sus nubes y de la cuesta empinada donde estaba. Giró sobre sus talones y oyó como las piedrecillas blancas del camino crujían bajo sus zapatos. No sabía si podía ser cierto o no, pero empezaba a pensar que eso de que el amanecer le gustara tanto inevitablemente debía significar algo sobre su forma de entender el mundo. Con las manos en los bolsillos y su mochila a la espalda, emprendió su marcha hacia las entrañas del pueblo una vez más.

Vor  Eisenreich. XXV-XII-MMXII